sábado, 24 de septiembre de 2011

Llorábale por las noches...

"Siempre me ha gustado ver llover, y ver que la lluvia cae sobre ti, no es la excepción. Qué fantástica se ve tu silueta a contraluz, mientras el cielo se expresa... Haces que hasta el humo de tu cigarro huela bien.
El día estuvo nublado desde que inició, ni los pájaros ni el señor del pan salieron a cantar. El tráfico, por desgracia, no depende del clima, sino del día de la semana, y los lunes no son del todo divertidos cuando se me hace tarde...
Te contaré mi día de manera breve, corazón, porque sé que no eres como yo; tú te cansas de escuchar por un largo rato la misma voz, y aunque adoro verte dormir, sabes que me irrita que no me mires cuando hablo, ya lo sé, tenía que ser mujer.

Escucha: fuí a la farmacia por galletas de café, un té helado y toallas de papel. El dependiente me contó lo bien que le iba con su mujer después de haberme visitado, y quizo que nos viéramos otra vez. Claro que le dije que no, porque justo ahora no tengo tiempo. Ya te diré porqué.
De ahi, fuí a la oficina y me han dado mucho trabajo. He andado a las vueltas todo el rato, hasta las dos, que pedí mi retiro para ir con el doctor.
Lo olvidaste? Te dije que iría hoy... con razón no me llamaste.
Y sí, pues, fui a verlo, y me hizo una revisión. Me ha dicho que estoy bien, la anemia a disminuido, los desmayos son comunes, y el llanto... pues es cosa hormonal. Tú entiendes más de eso que yo, quizá nunca debí haberme salido de la escuela de medicina... pero Diseño llamaba mi atención... en fin.
Hay una cosa más que debo decirte, corazón.
No te vayas a asustar, te lo digo en serio y con todo mi amor:
Vamos a ser papás."

[Ahí, sentada en una tumba bajo la lluvia incipiente, estaba la mujer delgada con cara de serpiente, hablándole a las plantas, llorándoles su muerte, contándole al olvido lo raro de su suerte. Imaginaba en su locura que le hablaba al difunto, que difunto no lo estaba, que estaba mudo y la esperaba. Llegaba todos los días temprano, con un par de bolsas en la mano. En una, traía galletas, toallas de papel y té helado. En la otra, una caja pequeña con un enorme frasco. Se decía que le hablaba al padre, autor de la carne en el bote. Que ella lo había abortado, que él la habría condenado, y tiempo después de haberlo hecho, él volvió de la guerra derrotado. Llorábale por las noches, antes de salir del camposanto, y previo le daba un beso al cemento, y hacía que le besara el frasco.]
Ruinas.
Las famosas ruinas habían llegado a su vida, como todas las personas le habían advertido. Polvo por doquier, vidrios en el suelo, huellas de despecho, pedazos de cielo a través del destrozado techo...
Ruinas.
Y debajo de la almohada ensangrentada, el detonador de su locura.
Ella es hermosa... hermosa como la luna.

jueves, 8 de septiembre de 2011

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Dejó de importarme ya, y se siente bien.
Bien vacío. Pero bien.

Le abandoné al final de la carretera y me regresé a casa.
No podía seguir con eso...

Me hacia el suficiente daño como para acordarme de que estoy vivo.
Y no me gusta. Aún sigue sin gustarme.

Ojalá esté ahora muerto como yo.
Eso aminoraria la carga... al fin dejaría de sufrir.