jueves, 12 de enero de 2012

ya no hay ganas.

No pasa nada. Nunca pasa nada.
Los días amanecen, las noches se vuelven oscuras, y me voy a dormir sabiendo que en 18 horas, no pasó nada.
Pasó que e tiempo pasó y con él, no se llevó ni trajo nada. No te veo aquí, no está tu risa en mis oídos ni tus manos en mis hombros.
No están tus ojos tomándome de los labios, ni tus pies pisando mi sombra. No estamos fuera de casa besándonos bajo los árboles, escondiéndonos de la luz y nuestros padres, ni las miradas curiosas de los vecinos que salen a comprar el pan.

Dan las 10 pm y pasa que no pasa nada.
Me desvisto, me vuelvo a vestir, desato mi cabello y me quito los aretes. Apago la luz.
Sigue sin pasar nada.
No estás tú despertándome en la madrugada, no estoy yo esperando tu llamada, no estamos los dos dibujando colores entre nuestros dedos, ni nuestras pestañas haciéndose el amor.
Dan las 3 am. Sueño, y en mis sueños no pasa nada.
Las criaturas que me persiguen no tienen pintado en su frente la leyenda que juraba que tú vendrías a salvarme justo al amanecer. No vienes... y no pasa nada.

Despierto, tengo frío. La ansiedad me ha descobijado, y por descuido dejé abierto el ventanal. No hay sol, ya no hay nosotros. No hay manera de meterme las pantunflas a los pies con una sonrisa porque desde hace varios meses no pasa nada.
No estás tú para suplir mis cobijas, ni tus manos apartando mi ropa interior. No hay olor a ti en mi cuello, ni mi nariz urga por tu pecho. Hace horas que no pasa nada, días que se vuelven semanas, y tu ausencia me grita en la cara que no volverá a pasar nada... jamás.

Y por absurdo que se lea...
Que sea cierto el jamás.

abril.1999.