viernes, 2 de abril de 2010

Golpes de almohada, locura y tragedia.

Pensaba ella que con amarlo sería suficiente.
Salía de su casa muy temprano a recolectar flores para él, y las colocaba en un bonito florero rojo junto a la ventana, así su aroma lo despertaría. Recorrió las cortinas y dejó que el aire y el sol entraran, y lo iluminaran a él, que entre sábanas blancas, dormía silenciosamente.
Ella le amaba. Amaba cada parte de él. Amaba incluso aquello que no tenía, porque se decía, "no es necesario, no le hace falta". Adoraba su cabello y su nariz, y su clara tez y su carita redonda. Tenía cierto aire infantil. Ella lo quería por eso. En el fondo, le hacía ilusión amar a ese ser, que aunque se viera todavía como un niño, por dentro era un hombre.
... Y entonces, el viento sopló cálido, jugaba con el cabello suelto de ella, acariciaba la cara a él. Y lo despertó. Entonces, ella corrió despacio y se inclinó a un lado, junto a la cama, y le llenó de besos la cara, y enredó sus dedos en su pelo para que despertara.
Él salía de sus sueños. Se sentó en su realidad, al filo del colchón, y la miró ahí, a sus pies. Ella, pequeña, con sus rizos cafés adornándole las mejillas, con la carita lavada y una enorme sonrisa, dijóle "Buenos días"...
Él jamás entendió porqué no la quería, si era tan linda...
Entonces, él se puso de pie y la tomó de una mano, haciéndola levantarse. Le besó la frente y se encaminó al baño, para ducharse. Ella se quedó ahí, viéndolo alejarse, tranquila. Apenas cerró la puerta, ella comenzaba a jugar a que era bailarina y abría cajones y cajones para escojer la ropa que él usaría. Quizá azúl, como el cielo, o verde como el mar. No lo sabía, pero tenía que armonizar sus vestimentas, no podía dejar que se viera mal, si acaso eso fuese posible. Tomó la plancha, y se puso a planchar frente a la ventana, con la vista fija en la playa. Pensaba que su vida era perfecta, pues vivía a lado del ser que ella más amaba, y despertaba con él cada mañana.
Para ella, eso era la gloria.

Él salió del baño. Se secó y se vistió. La miró a ella, callada y ausente, recargada en la pared, mirando al cielo fijamente.
¿Qué pensará?
Se acercó a ella y la abrazó. Sintió cómo latía su corazón. Él sabía que ella lo amaba, pero él no la quería a ella, aunque fuera tan linda y pequeña...

Me voy.

Y se iba. Y ella se quedó mirando al horizonte. Sabía que volvería, sabía que el final del día llegaría y el aire lo traería de vuelta....

Esa tarde, mientras ella lavaba los trastes e imaginaba cómo iría a decirle a él que estaba esperando un bebé... ["Güero... Tengo que contarte un secreto... Hoy alguien me dijo que ibas a ser papá"...] alguien tocó a la puerta. A ella no le gustaba abrir, porque su madre le había enseñado desde su infancia que no hay que abrir la puerta de la calle cuando se está solo, así que simplemente no lo hizo. Siguió lo que estaba haciendo y se metió aún más en su fantasía... [ "¿Y si es niña, Güero?... Verás que hermosa está, va a sacar tus mejillas enormes, y mi cabello rizao... ¿Y si es niño?... ¡Ayy, me dá no sé qué si es niño! Imagínatelo, así de alto como tú, con esos ojos tuyos tan vivos... ¡Ay Güero! ¡Qué emoción!..."] y no se dió cuenta de que alguien se había metido por la ventana del cuarto de atrás. Ella era sumamente distraida, y le gustaba soñar despierta, así que no escuchó nada, y cerró los ojos para darle color a la piel de aquél a quien en su imaginación hablaba.
["Cántale Güero, cántale a mi panza. Mira que cuando tu hablas se me revuelve toda... Jajaja, noo tontito, la bolita de carne dentro mío baila y se alborota toda. Cántale mi vida, cántale que tú cantas bien bonito. Y cuando nazca, bailará contigo. ¡Ay mi Güero, te quiero tanto, tanto!..."]
Tomó un vaso enjabonado, de plástico verde transparente, y en medio de su sueño, éste cayó al suelo, haciendo un fuerte ruido que la obligó a abrir los ojos, con cierto enfado. No le gustaba ser interrumpida.
Pues, se agachó para juntarlo, cuando de pronto ella también cayó al suelo. No inconciente, pudo ver la figura de un hombre de poca estatura pero fornido con un madero en ambas manos, con el cual le había dado en la espalda para hacerla desmayar.

El intruso no vió que ella seguía con vida, sólo se dió a la fuga. Era obvio que trataba de escapar, pero ella no entendía porqué ni de qué, sólo se fijaba en el reflejo del vaso verde, y perdió la conciencia.

Pasaron las horas. Se hizo de noche. Él llegó a su casa, y vió las luces apagadas. No le parecía extraño, ella acostumbraba tirarse en el suelo del patio a ver las estrellas, y no gustaba de dejar las luces prendidas, decía que le estorbaban.
Ha de estar soñando despierta con que la luna le habla. ¿Qué le dirá de mi?... ¿Le dirá que la quiero?... ¿La luna es capaz de mentir?...
Abrió la puerta. Se oía el chorro de agua callendo. Fue entonces cuando se alarmó. Casi corrió a la cocina, de donde provenía el sonido, y la encontró a ella, tirada en medio de un charco de agua roja.
"No puede ser, no puede estar muerta" se decía. Nervioso tomó su celular y marcó a una ambulancia. Dió la dirección y esperó instruccines. ["No la toque, no la mueva, no intente nada, los paramédicos ya van en camino..."]. Él tenía ganas de gritar. No la quería, pero la estimaba. Era ella quien lo cuidaba cuando se enfermaba, y quien le ayudaba a hacer las cosas dificiles. Quien lo escuchaba y quien lo abrazaba cuando tenía frío. Ella, que tantas veces le había dado todo sin pedirle nada a cambio...
Sí, ella es una gran mujer...

Llegaron los paramédicos, la subieron a la camilla, y despertó.
Apenas abrió los ojos, lo vió a él. Trató de incorporarse, pero las ataduras y el mismo dolor de su cuerpo se lo impidieron... Y un par de lágrimas llenaron sus ojos. Quizo voltear aún más, pero el esfuerzo le lastimó el cuello, y cuando por fin se relajó, su mirada dió directo con un espejo dentro de la ambulancia, que le dejaba ver a la perfección su cuerpo tendido en la camilla, y sus faldas blancas llenas de sangre.
Pensó en su bebé. Y comenzó a gritar, sin eludir palabra. Sabía que habia abortado a causa del fuerte golpe.

Él la tomó de la mano, y notó cómo en ella el mundo se derrumbaba, pero no entendía por qué. Sus ojos derramaban lágrimas al por mayor, y él sólo podia repetirle "Vas a estar bien, pequeña, vas a estar bien".

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