sábado, 23 de enero de 2010

Me fascinas de una forma irremediable e irreprimible. Vienes a mí en tiempos de guerra como una noche estrellada, cn lluvia, y dentro de mi lecho, tú eres mi almohada.
Gracias por estar cuando nisiquiera sabes que debes estar. Por eso amo los imprevistos, porque surgen cuando sólo Dios los manda, en el momento justo y en las dosis correctas.
Gracias por ser quien eres, alguien digno de mi profunda admiración. Quería novedad, y eres tú. Quería risas, y eres tú. Quería un apapacho sincero, y eres tú... Quería un nuevo amigo, y eres tú.

Tú, el de escritos cortos como suspiros internos, tú, el eterno enamorado de las míticas doncellas de tiempos lejanos, tú, el incomprendido, el abandonado, el rencoroso, el inolvidable e inolvidado... Tú, el de cabellos rizos. Tú, a quien tengo la dicha y el honor de mostrarle mi mundo de sopita de letras de colores, mis respuestas a tus preguntas de misterios, y mis espacios, donde vuelvo y me desenvuelvo.

Gracias...

Esta semana será irrepetible, lo sé...
Pero ha sido muy buena. En medio de tanto, tanto abandono, la vida sabe qué mandarme, a qué hora, por qué medio, y por cuánto tiempo.

Gracias...

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